Desde hace bastante tiempo se ha creado una cultura del PowerPoint, de las presentaciones creadas con esta herramienta que identifican una presentación poco interesante con la creación de la misma con este programa de Microsoft. Pero no es cierto que exista una cultura del PowerPoint, ya que presentar sin aburrir depende más del ponente que de la herramienta que ha utilizado.
La gestión de las presentaciones con PowerPoint, pero también con otras herramientas similares, tiene un grave inconveniente. Es tan buena que nos incita a la pereza. Tenemos plantillas prediseñadas, guardamos las presentaciones, diapositivas e imágenes y pensamos que las podemos reutilizar para otras presentaciones nuevas sin problemas, pero no es así.
Además es muy fácil crear las diapositivas, por lo que muchas veces en lugar de hacer un ejercicio de síntesis, tendemos a prolongar la presentación dando más datos de los que son necesarios. Esta cantidad de información muchas veces impide que los asistentes salgan con las tres ideas claras que queríamos transmitir.
Es lo que yo llamo, "el efecto guión", que incita al ponente a utilizar la presentación y cada diapositiva como si fuera un resumen de lo que tiene que contar. Y todos estos defectos en una presentación no son culpa del PowerPoint. Son nuestros fallos a la hora de presentar, no de una herramienta.
A lo largo de mi vida profesional he visto magníficas presentaciones creadas con PowerPoint, y otras que literalmente me daban sueño. Realizar una presentación suele ser un momento clave para el éxito de un negocio, y lo cierto es que no se le presta la atención adecuada, no se ensaya ni se le da la misma importancia que a otras áreas en el desarrollo del mismo.
La presentación no puede ser el escudo tras el cual nos escondemos, sino que todo lo contrario, tiene que servir para dar brillo a lo que estamos contando. PowerPoint es una magnífica herramienta para ello y está en nuestra mano saber sacarle todo el partido.
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Imagen | Michael Coghlan