El teletrabajo tiene entre sus riesgos uno que puede parecer secundario pero que, a la postre, no lo será. Es la soledad y el aislamiento que implica trabajar de forma independiente desde casa, sólo con el contacto virtual a través de videoconferencias o conversaciones en la red. Para resolverlo y fomentar un entorno de trabajo colectivo y más creativo llegan los espacios de coworking.
Se trata de oficinas abiertas, en las que desaparecen los compartimentos estancos y donde profesionales y pequeñas empresas desarrollan su trabajo y conviven de una forma que puede resultar beneficiosa. Es una modalidad de trabajo muy orientada a trabajadores autónomos, aunque también a startup o micropymes.
En qué consiste el coworking
Es un fenómeno relativamente reciente y que se está imponiendo ante la necesidad de evitar una atomización empresarial con la que cada profesional o pequeña empresa acabe aislándose. Con un espacio de este tipo se fomenta la colaboración mutua e, incluso, la puesta en marcha de proyectos futuros. Cada uno de los participantes cuentan, por lo general, con un puesto de trabajo en la oficina, con conexión a internet y una sala de reuniones y otra de descanso.
Aunque cada uno de los espacios se gestiona de manera distinta, los participantes pueden contar con un programa de iniciativas y actividades para fomentar el contacto entre los trabajadores e, incluso, para mejorar la formación. Talleres, cursos o encuentros que no sólo sirvan para desarrollar otras habilidades, sino que potencian la pertenencia a un grupo, algo que puede ser muy útil.
Ventajas y desventajas del coworking
Como ocurre siempre, estos espacios tienen sus ventajas e inconvenientes. Las primeras la hemos ido desgranando: huir de la soledad del teletrabajo; convivencia en un entorno colectivo y más creativo; posibilidad de colaboración en proyectos e, incluso, de iniciativas empresariales conjuntas; intercambio de ideas, a veces, imprescindible... Una de las fundamentales también es el ahorro de costes, pues el precio está bastante por debajo de lo que costaría una oficina normal. Las tarifas van desde los 100 a los 250 euros.
Por supuesto, no todo son ventajas. Para quien busca cierta intimidad, no es la forma de trabajar más adecuada. Además, la ‘desconfianza’ al trabajar en una zona común con ordenadores y pertenencias entre personas desconocidas también puede ser un obstáculo para muchos aspirantes.
Enorme crecimiento
Pese a ser un fenómeno relativamente reciente, el crecimiento está siendo exponencial. Se calcula que ya hay disponibles más de 200 espacios de coworking, con fondos públicos o por iniciativa privada, repartidos por toda España. Principalmente están ubicados en las grandes ciudades, aunque también pequeñas que se han subido a este ‘carro’.
Tal es el incremento que ya se está hablando de burbuja del coworking. Según un estudio de la asociación que engloba a la mayoría de estos espacios, la ocupación media está en torno al 55-60%. Desde ese colectivo se habla de un crecimiento mucho mayor de la oferta respecto a una demanda que sigue al alza pero a un ritmo más lento.
¿Sólo para freelance?
Surge una pregunta y es si, realmente, el coworking está sólo dirigido a profesionales independientes o también a pequeñas empresas. La respuesta es clara: microempresas pueden optar por esta modalidad, no sólo por el ahorro económico, sino también por la posibilidad de establecer sinergias con otras firmas o con profesionales independientes para futuros proyectos.
Sin embargo, sí que es cierto que si hablamos de una pequeña empresa de más de 4-5 trabajadores el sobrecoste respecto a una oficina propia puede ser importante y, por tanto, un gasto que puede lastrar las cuentas y, por tanto, hacer que no compense el esfuerzo respecto al ‘feedback’.
Sea como fuere, el coworking es una alternativa más que interesante para la organización del trabajo en un momento en el que hay un riesgo evidente de aislamiento y atomización entre pequeños proyectos o profesionales.
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