La vuelta a la normalidad en las cenas de empresa es noticia. Hay quien se echa a temblar porque teme ese día donde algunos compañeros se transforman y son más peligrosos que no pagar a tiempo la cuota de autónomos. Luego están las ventajas de la cena de empresa del autónomo freelance. ¿Es triste no compartir mesa y mantel con otros seres humanos? Tal vez, pero al menos resulta tranquilo.
El autónomo que trabaja por su cuenta y en solitario es una especie digna de un estudio social. Sabe a la perfección lo que significa la automotivación sin necesidad de asistir a conferencias de expertos en la materia.
Sobrevive los 365 días del año sorteando obstáculos y a pesar de ello, se levanta cada mañana para hacer frente a facturas, clientes a los que les cuesta pagar, etcétera. Quedarse sin cena o comida navideña es uno de sus problemas menores. O no.
Esa silla vacía es la del autónomo colaborador de la empresa
Pero en ocasiones, su mirada se pierde entre la nada y su ordenador al echar un vistazo a un correo donde solicitan sus servicios de manera urgente. Cumplir con los plazos de entrega, solucionar pequeños o grandes fuegos donde solo es el colaborador externo forma parte de su día a día. ¿No merecería además de que le paguen, un gesto?
¿Por qué es tan importante contar con su figura cuando hay problemas y tan innecesario cuando se hace la foto de familia en esta época? Porque no el lo habitual, de hecho nadie sabe qué cara tiene porque no aparece en la sección Nosotros de la página web.
Aunque lo importantes es que le paguen a tiempo, a nadie le amarga un dulce. Y cuando mira a través de su ventana y observa el patio de vecinos, le entra una sensación fugaz de no sentirse valorado.
Ponga un autónomo colaborador en su mesa y ganará su confianza para siempre
Estrechar los lazos con la plantilla presencial es uno de los objetivos de las cenas de empresa por Navidad. Con más o menos ganas todos acuden porque saben que es importante dejarse ver. Y otros, simplemente lo hacen por gusto. Sin embargo el autónomo solitario cenará frente a la pantalla de su ordenador con las zapatillas de andar por casa nuevas.
Sabe que la próxima vez que ese cliente se vea desbordado acudirá a él. Le dará las gracias por su rapidez a la hora de entregar un trabajo, pero hasta ahí llegará la relación.
Hace años, alguien tuvo la feliz idea de reunir a los autónomos abandonados en estas fiestas en un evento donde poder relacionarse con otros miembros de esta tribu. ¿Buena o mala idea? Lo único que diferenciaba aquella falsa cena de un encuentro de networking eran los adornos navideños.
Sería interesante que de vez en cuando, las empresas trataran a esos trabajadores ocultos, similares a los escritores fantasma, como un miembro más de la compañía y no sólo por hacer una buena obra, sino por agradecer los servicios prestados y una fidelidad a prueba de distancias.