Leí ayer el post que publicó Rodolfo Carpintier en su blog “La Coctelera” donde incidía en el problema emprendedor en España. Ponía especial énfasis en la falta de conciencia social sobre los empresarios en nuestro país, lo que dificulta enormemente tanto una mayor proliferación de iniciativas emprendedoras, como el desarrollo y el apoyo de las pocas que surgen.
Es evidente que, ahora mismo, la mayor alegría que pueden tener unos padres es tener un hijo funcionario, aunque eso represente tener un puesto de bajísima cualificación, sin prácticamente posibilidades de promoción y con un salario no especialmente alto. Por contra, tener un hijo emprendedor, alguien que decida crear una empresa con espectativas de ganar dinero, es poco menos que una maldición.
Exageraciones, o no, aparte, es evidente que la iniciativa emprendedora no cuenta con excesiva consideración en prácticamente ninguna esfera de nuestra sociedad. Las administraciones, lejos de ofrecer un apoyo decidido, se dedican a publicitar una serie de ayudas, excasas y de muy baja cuantía.
Las instituciones financieras huyen de este tema como del aceite hirviendo, “garantías, quiero garantías” esa es la respuesta de la inmensa mayoría de ellas ante la presentación de un proyecto, mientras, a nivel social, un emprendedor es un loco que cuando su apuesta le sale mal “es un desgraciado y ya le decía todo el mundo que no se metiera en eso” y si le sale bien “a saber en que andará metido y de dónde sacará el dinero”.
Ante este panorama, ¿cuál puede ser la solución? Desde mi punto de vista, la solución está dentro, en los propios empresarios. Teniendo un difícil acceso a la financiación, los nuevos proyectos han de buscar menos financiación y más inversión, esa inversión debe ser inversión privada y partir de otros empresarios. Esto es algo que ya está funcionando, y el caso de Carpintier es evidente, muchos Business Angels son empresarios que invierten los beneficios obtenidos en su actividad en proyectos ajenos.
Por supuesto para ello, se tienen que dar varias circunstancias que implican a inversores y emprendedores. Desde el punto de vista del empresario-inversor, lo primero que sería necesario es que el propio empresario elimine los perjuicios que pudiera tener hacia los emprendedores. Por desgracia, esa mala fama de la que hablamos no exclusiva de las personas ajenas al mundo empresarial, los propios empresarios suelen tener esa misma opinión sobre los demás. Acabar con esa manera de pensar, para fomentar la implicación de los empresarios en la inversión en proyectos de otros sería fundamental.
Pero también es importante que los emprendedores cumplan con su parte. Es necesario que diseñen sus proyectos de manera profesional, para ganarse la confianza de los inversores hay que demostrar que se domina el proyecto, que tiene un planteamiento y un desarrollo serio y que no se está vendiendo humo.
Generalizar este tipo de actuaciones puede ser un punto de partida para dinamizar y fomentar la actividad emprendedora y, por otro lado, pueden servir a los propios empresarios-inversores para por un lado diversificar riesgos en materia inversora y, por otro, obtener beneficios por su aportación.
En Pymes y Autónomos | Más inversión y menos financiación
Imagen | medialab_prado