Es bien conocida mi posición personal de negación del cambio climático, mejor dicho soy de aquellos a los que despectivamente se nos llama negacionistas en este ámbito, y por supuesto esta posición personal la traslado a mis planteamientos profesionales, a mi incomprensión respecto a que una empresa tenga que someterse a los dictados de lo que para mi resulta una simple moda, o una simple forma más de generar negocio.
Como he dicho también en otras ocasiones no niego ni dejo de negar que el planeta se caliente, que la capa de ozono disminuya o que se terminen o no ciertos recursos energéticos, lo que niego es que esto en sí mismo suponga un factor negativo, para mi simplemente es un simple periodo más, una etapa evolutiva, como muchas otras a lo largo de la historia de la tierra, pero no una etapa para que algunos pretendan sacar provecho de ello.
Lo he denunciado otras veces, pero quiero denunciarlo y volverlo a denunciar: una cosa es defender a la naturaleza y otra muy distinta es hacer negocio con ella (negando que nuestro interés es lucrarnos con ello). Y no nos engañemos, la mayoría de todos los grandes defensores del universo, los grandes defensores de lo verde, ecológico y natural, se llenan naturalmente de verde, pero precisamente del color de muchos billetes que les entran en sus bolsillos gracias a saber venderse muy bien.
Y si todo ello ya me parece criticable, me parece aún más criticable que se limite la competitividad, el desarrollo de las empresas con el pretexto de defender no se que naturaleza amenazada y no se que futuro para nosotros. Las empresas deben mirar por la rentabilidad teniendo conciencia del impacto que generan en la sociedad y en el medioambiente sí, pero no claudicar ante la esclavitud de lo verde, pero igual a muchas ya les conviene, ¿no será que la rentabilidad está en hacerse pasar por muy, muy verde?
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