En los últimos meses se ha pedido desde distintos ámbitos que tenemos que ser más austeros, que debemos mejorar nuestra eficiencia y eficacia, en definitiva, que debemos trabajar más. Esta petición que supone un ejercicio de esfuerzo colectivo para salir del atolladero en el que se encuentra nuestra economía, está resultando muy desigual, tanto en el modo en que se pide, así como en la forma en la que se reparten los resultados del mismo en la estructura de la empresa.
Pensemos por ejemplo en la realidad de las grandes compañías, que en muchos de los casos consiguen menores beneficios, y en consecuencia piden a sus empleados que se esfuercen con congelaciones salariales, al tiempo que incrementan de manera muy generosa la retribución al consejo de administración.
Ante este hecho quiero denunciar que el valor del esfuerzo ha sufrido una fuerte decadencia, siendo este el detonante de la crisis financiera que nos ha llevado a una crisis económica global. Recuerden un momento las 'golosas' rentabilidades que nos ofrecían la mayoría de las grandes firmas de inversión hace tan solo unos años. Pues ese modelo, el de las grandes rentabilidades al mínimo esfuerzo, se ha consolidado como un modelo de consumo-producción que desacredita al esfuerzo y el trabajo.
Por tanto, esta crisis económica debe redirigir a la sociedad hacia una cultura del esfuerzo, destronando a lo vulgar y a lo que no tiene valor de los objetivos empresariales y laborales, porque solo de esta manera se generará valor a largo plazo, a la par que conseguiremos unas empresas mucho más fuertes porque tendrán raíces infinitamente más consolidadas.
En Pymes y Autónomos | El valor del esfuerzo Imagen | arkangel