Puede parecer una contradicción pero si un trabajo además de un medio para ganarnos la vida, también es nuestra afición, podemos entrar en un bucle un tanto delicado. No saber diferenciar cuándo estamos descansando de cuando estamos produciendo para obtener beneficios, puede llevarnos al agotamiento.
Sobre todo si trabajas por tu cuenta y en casa, las horas se mezclan: las del trabajo junto a las de descanso. Es fácil llegar a ello si escribes, diseñas o sencillamente te encanta lo que haces. No hay horarios. Y levantas miradas de compasión porque en tu entorno creen que están explotando.
En el caso de escribir para otros y que tu pasión sea la escritura, puedes comprobar cómo se solapan los encargos junto a ese ratito que destinas para ti, para tu libro, novela o cualquier proyecto que tengas entre manos.
En principio puede parecer perfecto. Trabajas en lo que te gusta y además, lo que te gusta es tu pasión. ¿Pero qué ocurre cuando el trabajo gana terreno a ese ratito reservado a tu ocio? Y lo tuyo no es ir a correr o ver la serie de turno de moda.
Hoy día la palabra 'desconectar' se emplea mucho porque por desgracia o por fortuna, los ordenadores, los móviles, las tabletas..., se han convertido en un apéndice de muchos de nosotros y es difícil dejar de pensar en el trabajo, lo cual genera mucho estrés.
El consejo para trabajar y divertirte con lo mismo y no morir en el intento no existe. Es como al que le agrada el cine e intenta dirigir un corto o si tiene suerte, un largo. Vive en una espiral donde el cine, por poner un ejemplo, es su razón de vivir.
La palabra mágica es organización. Tratar de que ni el trabajo ni la afición se solapen de tal forma que acabes por detestar a tus clientes o te genere ansiedad no acabar tu proyecto personal. Las noches son ideales para escribir, dibujar o lo que se tercie, pero sin clientes no hay dinero para sufragar los sueños.
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