Son cada vez más las voces que se alzan contra el "ecosistema artificial" que se va creando alrededor de los emprendedores y que, en cierta medida, acaban ampliando la paradoja en la que en uno de los paises con menor iniciativa emprendedora de nuestro entorno haya mucha gente harta de los emprendedores. Muchos de esos expertos sólo ven los toros desde la barrera, van armados con las teorías que han leido en los libros, y que por cierto nunca han puesto en práctica, y se dedican (o intentan dedicarse) a dar consejos a los demás sobre cosas que no tienen ni la menor idea de que sean las adecuadas.
No se trata tampoco de que haya que ser cocinero antes que fraile, pero sí de que quien hable, aconseje o recomiende a quien quiere empezar un negocio tenga el criterio suficiente para no tirar de tópicos y de recetas generales y sepa analizar cada caso particular y las diferentes alternativas a tomar.
Expertos en marketing que no han vendido una escoba, grandes planificadores de proyectos que lo más que han llegado a planificar son sus vacaciones, asesores fiscales que hacen recomendaciones en base a lo que hizo su primo hace años y no lo pillaron, ... Son innumerables los ejemplos de personas que hablan pero no son capaces de aportar soluciones que realmente sirvan a la mejora del negocio.
El tópico de que cada español es un seleccionador de fútbol y que cada uno de nosotros somos mejores que el que está desarrollando su profesión se cumple en otros muchos escenarios. Todos somos expertos y tenemos una gran cantidad de información que, en función del ímpetu y la convicción que pongamos al expresarla, creemos que ha de tener más peso que lo que personas con amplios conocimientos y experiencias pueden aportar.
Pero más allá de que esta "fauna" está ahí, la labor de quien tiene la responsabilidad de crear un proyecto, sacarlo adelante, hacerlo rentable y que crezca, es precisamente separar el grano de la paja y dar el valor que tiene realmente el profesional que no solo conoce la teoría si no que la está poniendo en práctica día a día.
Por supuesto eso suele costar dinero, porque el conocimiento y la experiencia tiene un valor y un precio (no es lo mismo) determinado. Ahí también entrará el criterio del cliente que quiera un buen servicio, al precio que se convenga, o seguir con el correveidile del bar, el primo del amigo del cuñado que sabe un montón, etc.
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