Uno de los problemas que tienen los candidatos a un puesto vacante es hacer más atractivo su perfil profesional. Para ello muchas veces queremos salir más guapos de lo que realmente somos, y no me refiero solo en la foto. Todos tenemos inglés medio o un curso básico 20 horas se convierte en un curso avanzado de 80. Además es algo sabido, por eso si todos mentimos en el curriculum con la formación y la experiencia, ¿qué valor tiene?
Pero es que lo mismo ocurre con las capacidades. Muchas veces se asume que no todas las responsabilidades que se han expuesto se han ejercido de forma regular. Esto hace muy complicado valorar justamente a un candidato. Además hay un efecto bola de nieve. Sabemos que todos mienten y eso parece que a muchos les justifica a exagerar. Y es algo que solo se puede parar con pruebas de evaluación.
Es aquí cuando un candidato que afirma tener nivel medio es incapaz de contestar tres preguntas básicas dirigidas por el entrevistador. Y a partir de aquí todo queda en duda respecto al resto de los conocimientos que afirma tener el curriculum. Los procesos de selección no pueden convertirse en un acto de fe. A veces las credenciales, las referencias directas o indirectas son muy importantes.
Es aquí donde redes sociales como Linkedin añaden valor a los candidatos, ya que a través de terceros podemos validar las aptitudes de los curriculum recibidos. Porque muchas empresas no pueden permitirse simplemente fallar en la elección de los candidatos. El tiempo que se pierde en la formación hasta que se ven las carencias o que nos hemos equivocado simplemente es inasumible para muchas de ellas.
Quizás el fondo del problema es que se trata de algo cultural. Como todo el mundo lo hace, todos queremos poner un filtro de Instagram a nuestro curriculum para que nos tape las imperfecciones, quizás no se penaliza como debiera. Y el candidato que si refleja realmente sus conocimientos parece que en realidad no sabe venderse.
En Pymes y Autónomos | ¿El currículum en papel ha desaparecido?
Imagen | Ryan McGuire