En estos tiempos de incertidumbre tal vez sea más complicado que nunca plantear el debate de si los profesionales trabajamos o no por dinero, ya que al fin de al cabo todos tenemos nuestras necesidades, y por mucho que nos pese al menos necesitamos un mínimo para cubrir nuestros gastos y satisfacer nuestras necesidades.
Respecto a esta materia se han planteado muchos escenarios: el de las personas que buscan dinero y más dinero, las que prefieren ganar menos dinero (o incluso estar dispuestas a estar algunos períodos sin retribución) con tal de ser más felices en una ocupación que les motive, derivando en una decisión de carácter muy personal.
En mi entorno, muchos colegas se quejan con que no se encuentran motivados, alegando muchos de ellos con que no ganan el dinero que creen que merecen. Algo que hay que puntualizar según la tesis de O’Reilly y Pfeffer, quienes defienden que la motivación adicional que se percibe tras un aumento de sueldo, dura solamente dura tres meses. De tal modo que, bajo dicha tesis, las subidas de sueldo resultarían neutras a largo plazo como factor para dinamizar la motivación.
En consecuencia, debemos buscarla a través de otros vehículos, ya que esta motivación se puede encontrar con la sensación de sentirnos más realizados con el trabajo que desempeñamos, con una participación más activa en las decisiones estratégicas que se toman dentro de la organización, o simplemente con la alineación de las inquietudes profesionales y el desarrollo de las responsabilidades que nos permitan alcanzarlas. En cualquier caso dependerán de cada cual, pero tal vez podamos decir que ante el anhelo insistente de subidas de sueldos generalizadas, subyace una falta de motivación en muchos profesionales.
En Pymes y Autónomos | Emprender a la jubilación
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