Tu jefe te trata mal

Tu jefe te trata mal
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No es extraño en que en algunas ocasiones el jefe hable mal a sus empleados. No se trata de tener la piel fina. No se suelen transmitir instrucciones. Se gritan órdenes. Y en el peor de los casos acompañados de algún improperio. Para añadirle un plus todavía más flagrante, no importa que sea en público. Y aquí es complicado defenderse de esta agresión constante cuanto tu jefe te trata mal.

Es una falta de respeto. No te valora como trabajador, donde simplemente eres un peón fácilmente sustituible. O al menos el lo piensa así. El ambiente laboral es muy complicado. Además muchas veces se trata de personas impredecibles en sus reacciones. Se ha perdido el respeto de forma mutua. Y lo más probable es que estos improperios vayan contra él nada más darse la vuelta.

Hay otro tipo de jefes que desprecian a los empleados que no cumplen objetivos. Parece una ofensa personal. Ayer te daba los buenos días, pero hoy al ver los resultados y si no has llegado al mínimo, no te dirijo la palabra. Una extraña forma de intentar motivar que dice muy poco de su capacidad de liderazgo.

Porque precisamente esto es lo que está en cuestión. No se trata de líderes de equipo, son más bien tiranos al mando de ellos. Y esto a corto plazo implica una rotación de plantillas elevadas, sobre todo si las condiciones económicas y de trabajo no son especialmente buenas a nivel contractual, horarios, etc.

A la mínima oportunidad el empleado saldrá corriendo a otra empresa. Pero también esta forma de tratar a los empleados tarde o temprano deja una mala imagen en la empresa. Se corre la voz. También entre los clientes que han presenciado las broncas o las humillaciones de forma pública.

Y de esto se valen para mantener su dictadura. Son pocas las ocasiones en las que se denuncia a Inspección de Trabajo, si las condiciones impuestas no son las adecuadas. Tampoco se hace ante la propia empresa, ni siquiera cuando se marchan a otro empleo. De esta forma se mantiene un círculo vicioso que no beneficia a nadie.

En Pymes y Autónomos | Cómo evitar hablar mal de tu anterior jefe

Imagen | Ryan McGuire

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    • Peino canas y me tocó hacer la mili. Allí se daban voces por todo, se hablaba en un tono muy subidito. Pero, no era en ningún caso algo personal. Básicamente porque quien te daba voces no te conocía, por lo tanto no podía haber falta de respeto. Si eres listo, comprendes que en la mili se dan voces, porque no es un kindergarten. Aquello era un remedo de una situación de conflicto, donde todos los ánimos están exaltados y te tienes que acostumbrar a esas cosas. Nunca me tomé como nada personal la vez que me arrestaron por dejar caer el CETME ( estaba descargado), nunca me tomé como personal cuando te gritaban mientras pasabas por debajo de una alambrada, nunca me tomé como personal cuando te tocaba estar un par de horas al sol o a la lluvia o al frío. Sabías que todo lo que hacías se quedaría en el cuartel, en nada iba a afectar a mi vida. Cuando terminaba todo, los mandos eran personas accesibles con las que podías hablar sin ningún problema. De hecho terminó la mili y más de un café me tomé con algún mando que me encontré por la calle.
      Sin embargo, acabas la mili y entras en la vida laboral. Allí conoces la verdadera maldad, la gente que se te sube por la espalda para trepar, los que se te ponen en los hombros para destacar, los jefes que la toman contigo por cualquier pijada, y lo más triste, están jugando con tu sueldo, o con tu futuro.
      Nunca me he llevado bien con los jefes. Yo entiendo la autoridad como algo que se gana y no que se posee. He tenido pocos jefes de verdad, la mayoría eran gentecilla que estaban por encima de mí en el escalafón. A mí me dan voces una vez, a la segunda no les hago caso y hago lo que considero correcto. Un sitio donde te faltan el respeto no es un lugar de futuro.

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