No se por qué a veces parece que asumimos que la tecnología en la empresa tiene que ser eterna. Ordenadores que llevan funcionando muchos años después de pasado su periodo de amortización y a los que muchas veces se pone pegas a la hora de renovar. Es cierto que para realizar una inversión de este tipo no sea el mejor momento, pero tenemos que asumir que más temprano que tarde hay que renovar.
Y sabes que ese momento ha llegado cuando tu empiezas a trabajar más rápido que el propio ordenador, smartphone o portátil, cuando esta herramienta en lugar de ayudarte a terminar tu trabajo más rápido, está siendo un freno. Este es el momento donde nos tenemos que plantear el cambio.
Un ordenador podría tener un periodo de amortización de cuatro años, si hablamos de un smartphone, se reduciría a dos años, mientras que un servidor se podría alargar un poco más. El coste de adquisición de los equipos se repartiría entre este número de años. A partir de aquí, todo lo que consigamos alargar la vida útil de los mismos supone un extra, donde la rentabilidad de la herramienta será superior.
Pero no debemos confundir rentabilizar al máximo nuestras máquinas con hacer de las mismas un freno para nuestra productividad. A la vez tenemos que tener en cuenta que según van cumpliendo años sin renovar los equipos, el coste de mantenimiento de los mismos será más elevado. Por eso nos toca ir planteando el cambio una vez pasado dicho periodo.
Por último, si los equipos no son muy antiguos podemos hacer una pequeña inversión que mejore sus capacidades. Por lo general esto se aplica mejorando alguna característica, como memoria RAM, tarjeta gráfica o cambiar el disco duro por uno más rápido. Es una pequeña inversión que puede dar un par de años más de vida extra a nuestros equipos.
Siempre es mejor planificar el cambio que hacerlo obligados porque un componente ha fallado y tenemos que traspasar información a toda prisa o migrar a un nuevo sistema operativo que no siempre es compatible al 100% con nuestra forma de trabajar hasta el momento.
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