Con esto de las nuevas tecnologías y la informática en la empresa siempre hemos ido a un proceso donde se consumían cada vez más recursos, pero hace poco se invirtió esta tendencia y hoy en día tenemos equipos con un potencia de cálculo mucho mayor de lo necesario, sobre todo en los equipos de sobremesa.
Sobre todo hablo de un puesto de trabajo estándar, que no va a necesitar nada especial, no tiene que trabajar con aplicaciones exigentes en recurso de edición de imágenes, planos o vídeo. Tanto a nivel de procesador como de memoria suelen ir bastante sueltos, si miramos las configuraciones normales de los equipos que podemos adquirir.
Se ha producido un estancamiento en el consumo de recursos, incluso, para determinadas cuestiones salen equipos o terminales mucho más básicos, como pueden ser los Chromebooks y los Chromebox, enfocados a trabajar en la nube y que no demandan gran cantidad de recursos, más cercanos a un terminal de virtualización que a un PC. Y sin embargo, pueden cumplir con su función perfectamente.
Esto no ocurre en todos los ámbitos, como por ejemplo los smartphones y los tablets, donde cada nuevo terminal tiene mejor procesador, más memoria, más batería, aunque luego se seguramente se puede quedar obsoleto en poco más de tres años.
Por todo esto la empresa debe pensar muy bien la inversión que va a realizar cuando adquiere un nuevo ordenador. Desde las aplicaciones que utilizamos ahora a las que tendremos en un futuro, pensando que su periodo de amortización será de cuatro o cinco años.
Hasta hace bien poco era impensable que equipos con hardware de hace cinco años, hoy en día, con un pequeño retoque o ampliación puedan estar otros cinco más en perfecto estado cumpliendo con su cometido sin mayores inconvenientes, y lo que es más importante, sin penalizar la productividad.
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