Tanto si eres el responsable de una empresa o formas parte de la plantilla, te verás expuesto a problemas, discusiones, malas relaciones y personas que buscan discutir porque sí. ¿No te ha pasado nunca que al tomar partido en un conflicto lo único que logras es empeorar la situación?
Dejar que las cosas sigan su curso, tal y como el agua de un río sortea los obstáculos, puede sonar a filosofía oriental (que lo es) pero, en ocasiones, más nos valdría pisar el freno antes de dejarnos llevar por los impulsos o por la ansiedad.
No se trata de abrazar la pasividad, ni la pereza o la apatía. Sencillamente, hay momentos en los que no decir nada y no forzar la situación es una forma de permitir que las cosas se pongan en su sitio.
Este comportamiento no es adecuado para todos los problemas que puedan surgir en un ambiente laboral, pero ¿cuántas veces nos hemos dejado la piel en un proyecto o luchado por defender a un compañero y lo único que hemos conseguido es dejar nuestros depósitos de energía a cero por no aceptar la realidad?
Optar por la vía de la calma y observamos y reflexionamos antes de intervenir, las cosas, muchas veces, se resuelven solas y todo vuelve a su cauce. Crear un drama de manera continuada por un malentendido desgasta.
La impulsividad es mala consejera. Aprender a esperar y a aguardar el momento más propicio antes de abrir la boca es una actitud sabia.
Aunque el deseo de ver resuelto un problema acuda a nosotros, pisar el freno, mantener la calma, madurar tus decisiones, serán gestos que te pondrán en una posición más favorable en mitad de una discusión o de un conflicto que nada tiene que ver contigo.
En nuestra sociedad, donde las prisas están a la orden del día, donde todo está orientado a la acción, que no siempre significa: productividad, resolución, etcétera, puede chocar que una persona apueste por no actuar a la primera de cambio.
Al fin y al cabo, ¿qué se consigue con dar vueltas a un problema? Salir de él durante unos minutos y dejar de hablar del tema para afrontarlo con sensatez, va de la mano de no intentar mantener el control sobre todo.
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