Hoy se ha dado a conocer por el INE el módulo de incorporación de los jóvenes al mercado laboral dentro de la Encuesta de Población Activa correspondiente a 2009. Uno de los datos más desoladores de todas las cifras, casi todas negativas, que aparecen en el estudio es que dentro de las personas entre 16 y 34 años con empleo después de terminar sus estudios, el 95,8% trabajan por cuenta ajena, es decir que sólo un 5,2% optaron por el autoempleo y trabajan por cuenta propia.
Comenté en un post haces unos meses que los jóvenes deberían de pensar en el autoempleo como una opción seria a las alarmantes cifras de desempleo y las enormes dificultades, para los recien salidos de escuelas profesionales o facultades, para incorporarse al mercado laboral. Evidentemente, las cifras de la EPA en este sentido refuerzan la idea de que los jóvenes empresarios son una especie en extinción.
Hace unos días tuve ocasión de hablar con un responsable de una fundación de la Universidad, cuya labor es precisamente estrechar lazos entre la Universidad y las empresas, y coincidíamos en que no hay mentalidad empresarial entre los universitarios. Si caben excepciones, suelen ser jóvenes pertenecientes a familias de empresarios que han mamado el mundo de los negocios desde pequeños, o bien ese pequeñísimo porcentaje al que le sacude la inquietud de intentar sacar adelante su idea para un negocio.
Si hay algo que diferencia a estas generaciones con respecto a las de hace veinte años, es la posibilidad que tienen de formarse y poder acceder a empleos cualificados. A la vez que las cifras de fracaso escolar han aumentado considerablemente, también ha crecido el número de titulados universitarios que se graduan cada año.
Sin embargo a esa capacitación no le acompaña la motivación para intentar esta aventura. No estamos hablando de crear grandes empresas que necesiten una gran inversión, a la que no hay acceso ahora mismo por las dificultades económicas que padecemos. Como también se trató en empieza sin ayuda de nadie hay posibilidades más sencillas, menos arriesgadas y que no necesitarían más inversión que dedicación y trabajo, para empezar.
Desde luego es una asignatura pendiente de esta sociedad, rebajar la media de edad de lo que llamamos emprendedores, y que ahora mismo se situa en el entorno de los 40 años, y crear los mecanismos para fomentar el aumento de la población de jovenes empresarios, antes de que éstos se extingan.
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