Si nos hemos ganado a pulso la etiqueta "el que siempre llega tarde" no es para tomarlo a broma ni pensar que es algo genético. La impuntualidad es un hábito adquirido y no un rasgo de nuestra personalidad que nos muestres especialmente atractivos al resto.
En el mundo de la empresa, la impuntualidad es sinónimo de desorganización, de falta de integridad, disciplina, irresponsabilidad, de poca profesionalidad, etc. En la esfera personal, se nos verá como una persona con falta de interés, perezosa e irrespetuosa.
Ser puntual va de la mano de otras virtudes como la empatía. Si no te importa hacer esperar a un compañero media hora no sólo estás mostrando una falta de respeto hacia él, sino hacia su tiempo y su vida.
Si llegar tarde tiene que ver con una necesidad de llamar la atención, de demostrar que tenemos una vida muy ocupada, lo que se logra es mostrar una personalidad narcisista. Todos tenemos responsabilidades, problemas, ocupaciones, etcétera.
Consejos:
Organización al poder: "Los que emplean mal su tiempo son los primeros en quejarse de su brevedad" decía Jean de la Bruyère. En lugar de echar la culpa al tráfico, hay otra opción, tratar de organizarnos mejor. Hay que calcular el tiempo que nos llevará hacer algo teniendo en cuenta el tiempo real y no nuestro deseo (lo que nos gustaría tardar)
Remedios: ¿Llegamos siempre tarde al trabajo por dar vueltas en la cama? ¿Somos despistados y nos retrasa no encontrar las llaves o cualquier cosa? Debemos obligarnos a ser más ordenados.
Optimista sí, pero en su justa medida:La teoría dice que los optimistas suelen ser más impuntuales porque no se ponen en lo peor de los casos. A no ser que nos gusten las carreras a lo Usain Bolt, mejor estimar un tiempo para los imprevistos o retrasos inesperados de un mínimo de 15 minutos.
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