Nos encontramos ante una situación económica complicada, los medios de comunicación no hacen más que hacerse eco de desastres económicos, pérdidas en bolsa, empresas con serias dificultades (Astroc, Colonial, Habitat, Llanera...) otras amenazando con realizar expedientes de regulación de empleo (Nissan) o cierres de sus plantas de producción (Durex), y las consecuencias de este tipo de situación económica, entre otras, son el aumento de la incertidumbre, la ralentización del crecimiento, la destrucción de empleo y claro está, el desempleo.
Ante este panorama, el empleado siempre puede resignarse y buscar otro empleo, sin que nadie le garantice que dicha situación se vuelva a repetir, o bien decidir que su futuro no esté en manos de nadie nunca más. Es un momento duro para emprender, y nadie dice que sea sencillo. Pero si resulta bien, y podemos convertirnos en empresarios y lograr sobrevivir, sabremos que el límite de nuestras aspiraciones lo pondremos nosotros y los únicos responsables de nuestros actos seremos sólo nosotros.
Ya lo aventuraba el famoso libro de los ratoncitos (a estas alturas quién no ha leído “Quién se ha llevado mi queso”) el mundo cambia, y nosotros debemos cambiar con él, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Muchos de los que leéis estas líneas tenéis un empleo por cuenta ajena, tenéis un jefe, y una rutina que se cumple cada día, y que consideráis segura, pero si lo pensamos fríamente, no hay nada seguro, ¿quién dice que mañana vuestro empleo continúe allí? Imaginad por un momento que vuestro actual jefe, decide de pronto dedicarse al estudio en profundidad de la piedra Rosetta, no quiere saber nada más del negocio, y decide cerrar la empresa ¿qué hacemos?
La solución quizá pueda estar, entre otros muchos sitios, en el autoempleo, emprender por nuestra cuenta, como aventura Gregory Cajina en su libro “De empleado a millonario”. Como a vosotros se me ocurren muchas razones por las cuales no emprender, la más importante de ellas es el miedo, miedo a perder nuestro salario, miedo a perder nuestra seguridad, miedo al mañana. Pero si lo pensamos detenidamente, como comentaba anteriormente, lo que tenemos ahora es una falsa sensación de seguridad, porque nuestro futuro, aunque creamos lo contrario, es totalmente incierto. En el otro lado de la balanza están los motivos por los que emprender, uno de ellos podría ser hacer algo que realmente te gusta, explotar comercialmente una afición, disfrutar siendo tu jefe, exprimir al máximo tus puntos fuertes, organizar tú mismo el tiempo de trabajo, plasmar en la realidad esa idea que hace tiempo te ronda por la cabeza, crear empleo, ayudar a los demás… ¿por qué no eliges tu motivo?
Foto: Kikashi