Me vais a permitir que comience el post con un viejo chiste. Dos vascos, Patxi y Joseba, suben al monte, a coger setas. En ésto que Patxi ve brillar algo en el suelo, se agacha y alborozado le dice a su amigo que ha encontrado un Rolex de oro. Joseba se acerca con cara de malas pulgas, se lo arrebata y lo tira lejos, entre los matorrales, mientras le dice: si vamos a setas, vamos a setas. Y si vamos a Rolex, vamos a Rolex.
No se si os habrá hecho gracias, pero seguro que al gerente de una empresa holandesa de Eindhoven le hubiese venido bien conocerlo, aunque sea como una forma exagerada de llamar la atención sobre lo importante que es tener claros los fines. A él, y a la recepcionista que atendió a Diego Mariño hace escasos días. La situación que tuvo lugar me hizo acordarme de mi post sobre la Revolución Cultural, asi como constatarme en que lo peor de la crisis aún no ha llegado.
Diego le hace un favor a un amigo. Ya que estaba en Holanda quería que la empresa holandesa, a la que no conocía, le pasase una oferta para un pedido fuerte, sustancialmente fuerte. El caso es que, dada la lentitud de respuesta al formulario enviado por internet, y como estaba cerca de la firma, se acerca allí. Sin embargo, la recepcionista le hace ver que si no ha cita no hay nada que hacer, que todos esta muy ocupados y que sayonara, baby. Un placaje-filtro de los de antaño, sin realizar una mínima consulta al departamento correspondiente. El procedimiento es el procedimiento. Resultado, una venta de ¿300.000 euros? que se pierde gracias a la gestión de dicha profesional.
Voy a prescindir de algunas teorías que se desgranan en los comentarios: racismo, respeto genético a las instrucciones jerárquicas, etc….me quiero quedar con la enseñanza que nos depara. Y es que debemos ser capaces de transmitir a nuestra gente, a nuestro equipo, hacia dónde vamos, cuál es nuestro fin último, que nos impulsa, para evitar este tipo de descalabros.
La empresa tiene un objetivo, a mi modo de ver, esencial, como el de cualquier organismo vivo. Sobrevivir. Y dicha supervivencia pasa por vender,. Por vender para obtener beneficios. Y ahí esta todo el meollo del asunto. Esto va de vender. Toda la empresa va de vender. Y luego le ponemos los adjetivos que queramos. Venta sostenible, recurrente, etc. Podemos hablar también de procedimientos, de clima laboral, del sexo de los ángeles. Todo ello tiene que estar enfocado a vender. Si se me permite la pedantería, en la empresa se hace necesaria una permanente reinterpretación teleológica, finalista, de cada norma, de cada brizna de burocracia. Todo debe ser examinado a la luz de ese farol.
Ésto implica que todo el mundo en la empresa tiene que tener una pulsión comercial. Deben albergar un espíritu de venta, de entender que cada una de sus acciones, de sus cometidos, son una parte decisiva del proceso que permitirá a la empresa subsistir. Vender y multiplicaros.
No se si el responsable de la recepcionista lo tenía claro, o se lo había hecho tener claro a ella. Tampoco me hago excesivas ilusiones, pues me consta que dicha forma de pensar no esta extendida, en parte por comodidad, en parte por la mala imagen que rodea lo comercial. Por ejemplo, en vuestras empresas, ¿están todos orientados a la venta?
Vía|externalidades
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Imagen|jmaral