Aunque la resistencia a caer enfermo es bien conocida entre el colectivo de los autónomos, en realidad tienen la misma probabilidad que cualquier otro ciudadano de contraer coronavirus. En estos casos, deben asumir las mismas obligaciones de cuarentena y baja laboral que el resto de trabajadores, pero las consecuencias para su negocio son sustancialmente peores.
En estas circunstancias, los trabajadores autónomos podrían perder hasta un 8% anuales de sus ventas, según un cálculo de UPTA. Sin embargo, en lo que respecta a sus rendimientos netos anuales, esta cantidad podría incrementarse hasta el 25%, teniendo en cuenta un comercio medio en el que el titular tenga un trabajador a su cargo y sufra un mes de inactividad.
El cálculo se realiza teniendo en cuenta una reducción total de los ingresos durante un mes de inactividad (asumiendo que tiene que estar en cuarentena de, al menos, 28 días) y asumiendo los gastos imprescindibles para mantener el negocio en funcionamiento. A todo ello habría que asumir las dificultades financieras y de liquidez que el problema puede acarrear y la pérdida de oportunidades comerciales de futuro.
Este cálculo iría en línea con los requisitos para la solicitud del cese extraordinario de actividad que, recordemos, exige que la facturación del autónomo en el mes anterior al que se solicita la prestación se vea reducida, al menos, en un 75 por ciento en relación con el promedio de facturación del semestre anterior.
En cualquier caso, estos datos justifican, aún más si cabe, que se lleven a cabo todas las medidas que las principales asociaciones de autónomos han hecho llegar al Gobierno para que se tomen las medidas económicas necesarias para contener las consecuencias financieras que la actual crisis sanitaria ha provocado sobre un colectivo ya de por sí castigado.
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