En estos últimos años se ha especulado mucho sobre cuáles serían los negocios y/o actividades económicas que podrían relanzar a la economía española hacia una nueva senda de prosperidad y crecimiento.
Pero pasado todo este tiempo, no ha terminado erigir ninguna alternativa al margen de nuestro potencial exportador. De manera que una vez más hemos tenido que recurrir al turismo y a la hostelería para apreciar notables síntomas de mejora.
Esta situación, que se puede calificar de 'tradicional', es la que nos ha ayudado en los últimos sesenta años, que utilizando como primer reclamo los bajos precios, está consiguiendo que el número de visitantes extranjeros crezca sin parar.
Lo que me preocupa es justamente cómo se está dando este proceso, ya que en un sector en el que resulta muy complicado aumentar la productividad, la limitación con la que cuenta para generar empleos intensivos en conocimiento y tecnología, supone un asumir muchos riesgos, como ejemplo condenar a estas actividades a asumir márgenes cada vez más bajos, o una escasa capacidad de retener a los clientes si no ofrecemos un servicio diferencial.
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