Una de los avances más interesantes para las empresas y los autónomos ha venido de la mano de la administración electrónica. La posibilidad de ahorrar mucho tiempo, evitar desplazamientos a la hora de tramitar determinadas cuestiones necesarias en el día a día de las empresas ahorra muchas horas y mucho dinero. Pero a veces parece que la propia administración electrónica pone la zancadilla al autónomo o a la pyme.
Porque si algo no funciona, si se siguen todos los pasos y el proceso no llega a completarse el autónomo se siente abandonado, náufrago en una isla de la que no sabe cómo salir. Y esto es un problema, porque al final está obligado en muchos casos a presentar por este método, ya no puede ir al día siguiente y pasar por ventanilla.
La administración electrónica supone un gran ahorro de costes. Se reduce el personal necesario para atender las necesidades de empresas y autónomo, pero en muchos casos se han trasladado esas obligaciones. Ya se buscarán la vida los administrados, que contraten servicios informáticos, pidan favores o mendiguen ayuda.
Ese ahorro de personal que ahora no tiene que atender en ventanilla, ese ahorro de tiempo puesto que ahora los formularios, peticiones, etc. pasan directamente al sistema, no se traduce en un servicio de ayuda al administrado que sea eficaz cuando tiene algún problema.
De esta forma muchas veces se entra en un bucle del que es muy complicado salir. Estamos en un error, el navegador, Java, Autofirma... y muchas veces está lejos de la zona de confort del administrado, que no sabe cómo puede solucionarlo, solo que tiene un plazo para presentar y se agota.
Es un aspecto que se debería trabajar. No solo hay que obligar a las empresas a pasar por el aro, sino también ayudarlas en esta transición o en el momento en el que surja algún problema. De otra forma el éxito de la administración electrónica en números se sustenta en un sobrecoste que pagan las empresas para solucionar estos problemas a través de sus propios servicios informáticos que no todas tienen disponibles.
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