La quiebra es una de las mayores preocupaciones de las empresas, especialmente en tiempos de crisis. Esta situación supone la práctica disolución de la sociedad como consecuencia de un estado en el que ya no es posible garantizar su continuidad. Pero, ¿cuándo se considera que una empresa entra en quiebra técnica?
Una quiebra técnica supone una situación patrimonial negativa, es decir, un estado en el que el valor en libros del activo es inferior al pasivo exigible, tanto a corto como a largo plazo. Dicho de otro modo, cuando el valor total de los activos es inferior al total de las deudas, haciendo que el pasivo no exigible (o fondos propios) sean negativos.
Pero, ¿cómo puede llegar una empresa a esta situación? Muy sencillo, con varios ejercicios de pérdidas continuados y prolongados en el tiempo que reducen sus fondos propios. Llegará un momento en el que el patrimonio neto sea negativo desde un punto de vista contable, y haga que la sociedad entre en quiebra técnica.
¿Qué ocurre cuando una empresa entra en quiebra técnica?
Cuando una empresa se declara legalmente en quiebra se abre un procedimiento concursal en virtud del cual se realiza una valoración del activo de la empresa y se satisfacen en la medida de lo posible el pago de las deudas. Una vez se haya liquidado la sociedad, se procede a pagar las deudas pendientes y la empresa se diluye, echando el cierre.
Durante el tiempo que dure el proceso concursal, ningún acreedor puede emprender acciones legales contra la sociedad por los impagos, y el empresario tendrá que vender el activo de la empresa para hacer frente a sus deudas pendientes.
A diferencia de la suspensión de pagos, donde sí es posible garantizar la supervivencia de la empresa a través de refinanciaciones u otros mecanismos similares, en la quiebra técnica no se da la expectativa de recuperación. En este sentido, la finalidad del procedimiento es conseguir que todos los acreedores consigan satisfacer sus créditos contra la sociedad en la medida de lo posible.