El banco no me da dinero. Quizás porque no tengo un plan de negocio convincente. Porque no tengo un aval. O la experiencia necesaria para triunfar allí donde otros fracasaron. Y es aquí donde hay que buscar el factor emocional. Son la familia, amigos e idiotas los que acaban por prestarnos el dinero, las famosas tres efes. Los que de forma irracional muchas veces ponen su patrimonio en nuestras manos.
Porque para convencer a un familiar solo hay que poner la carita. Esa que se pone desde pequeño para hacer aquello que deseamos, para conseguir esa golosina, ese regalo, etc. Con los amigos existe una relación de confianza. Un "yo con mi colega al fin del mundo". Y luego están los idiotas, que por definición no van a exigir un aval sólido y se convencen más por humo, por expectativas que son más deseos que realidades.
El problema es que muchas veces se trata simplemente de eso. De un deseo de que las cosas salgan bien. De un plan de negocios en el que simplemente nos hacemos trampas al solitario. Lo que se plantea en los números son unas ventas que están lejos de plasmarse, al menos en una primera fase de lanzamiento en la mayoría de las ocasiones. Por eso no es raro ver negocios en se inician y al cabo de un par de meses echan el cierre.
Tienen la financiación justa para arrancar y el resto lo fían a la facturación y beneficios desde el primer día. Y esto implica que rápidamente llegan las deudas. Si a esto se le suma que en muchas ocasiones cuando no se está jugando con su propio dinero no se tienen la contención del gasto necesaria, en poco tiempo la bola de nieve es imparable.
Y aquí se pueden dar dos circunstancias. Hay quien se da cuenta que una cosa son los deseos y otra la realidad. Y están los que prefieren continuar a toda costa. Y solo sirve para acabar cerrando a los seis meses en la mayoría de los casos, con una mayor deuda y haciendo que aquellos que confiaban en nosotros pierdan su dinero.
Porque lo más normal no es que se enderece el rumbo, sino que se vayan dando palos de ciego. Se suele cambiar el foco del negocio, en muchos casos se reducen gastos, se recorta personal y los pocos clientes que se consiguen no se fidelizan. Y todo ello va encaminando el negocio hacia el cierre definitivo. Porque el mejor inversor para un negocio siempre son sus clientes.
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