En las actividades comerciales, con el paso de los años la generación de valor añadido y por ende de los beneficios, ha ido basculando desde las actividades productoras a las comercializadoras, lo que ha ido empobreciendo cada vez más a aquellos empresarios que se dedican a la producción y beneficiando al mismo tiempo a los que se dedicaban a alcanzar estrategias, acuerdos o relaciones comerciales con otros mercados y/o con otros distribuidores.
Un buen ejemplo de este cambio de tendencia, que insisto lleva produciéndose algunos años e incluso décadas, es el sector agropecuario. En el que los productores cada vez perciben un precio más bajo por sus cosechas ante la agresiva competencia en los mercados, residiendo la guinda del pastel en las actividades ligadas a la comercialización.
Ante este cambio de las circunstancias, han sido muchos los empresarios que originariamente se dedicaban a las actividades productoras, que han reorientado su estructura hacia la distribución, o sin la necesidad de ser drásticos, han ido acaparando de manera adicional las actividades comercializadoras para complementar su negocio y retener un mayor porcentaje de valor añadido y beneficios.
Pueden ser muchas las circunstancias las que hayan condenado a muchos negocios a morir de inanición, pero los empresarios que han mantenido su posición o la han incrementado, han sido los que han estado dispuestos a reorientar la estructura de su negocio en el momento adecuado.
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