Desde el punto de vista empresarial, esta época de crisis obliga a tomar decisiones. Lo primero que pensamos en un momento así es en cómo soltar lastre, eliminar gasto para poder tener mayor holgura económica y sobrevivir a las dificultades. Evidentemente cuando ese recorte se hace sobre cosas superfluas no debe tener mayor incidencia y es positivo, pero debemos cuidar de no pasarnos con la tijera, el objetivo no es recortar sino ajustarnos a la nueva situación.
No debemos de perder el foco de que la supervivencia del negocio depende de su capacidad para desarrollar la actividad a la que nos dedicamos. No podemos tocar aquellos aspectos clave que debiliten esa actividad porque a largo plazo ese es el camino hacia la desaparición.
Para afrontar una situación así debemos replantearnos lo qué hacemos y cómo lo hacemos. Hay que recurrir a la innovación desde el punto de vista de dar con la manera de hacer lo mismo (o algo mejor) con menos, pero siempre cuidandonos de mantener nuestra capacidad productiva y comercial.
Porque la salida en el largo plazo está en producir y vender más, la capacidad para recortar sin tocar esos aspectos claves es muy liitada y, si con esos ajustes no conseguimos equilibrar la situación, no podemos seguir recortando indefinidamente. La cuestión es dar un paso adelante y generar más ingresos, buscando las fórmulas que nos permitan captar más clientes o entrar en otros mercados.
La capacidad para ir hacia delante puede ser infinita, la de retroceder es mucho más limitada. Intentemos aprovechar nuestras fortalezas, intentemos aprovechar las oportunidades que nos pueda ofrecer esta sitiación y las nuevas necesidades de la gente. Ajustémos nuestro negocio sin perder competitividad, al contrario intentemos ganar con el cambio y no sólo mantenernos.
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