El número de tareas que un trabajador tiene que asumir en su trabajo cotidiano crece exponencialmente conforme va atravesando etapas profesionales y va creciendo con su trabajo. Con estas nuevas responsabilidades, los trabajadores se enfrentan a nuevos desafíos que requieren una mayor implicación y una multiplicación en las tareas que realizan.
Estas nuevas tareas requieren de una mayor implicación y más trabajo. Con el tiempo, acabamos convirtiéndonos en meras computadoras en la que el multitasking (o multitarea) es un elemento imprescindible de nuestro día a día que puede acabar lastrando nuestra productividad.
Todos los expertos coinciden en lo mismo: la multitarea no nos hace más productivos sino que, en realidad, nos hace menos eficientes. Tengamos en cuenta que no es lo mismo tener un ritmo de trabajo estable y nuestra mente concentrada en una única tarea que estar cambiando continuamente el chip. Si queremos rendir al máximo, debemos enfocarnos en la realización de una tarea de forma individual, centrando nuestra energía en lo que estemos haciendo en ese momento.
Aunque se trate de una máxima reconocida por casi todo el mundo, lo cierto es que siempre acabamos cometiendo el mismo error: comemos delante del ordenador mientras enviamos un correo o revisamos nuestra lista de cosas por hacer. De hecho, cuanto más multitarea seamos, más tiempo nos llevarán los proyectos en los que estemos involucrados, más larga se hará nuestra jornada laboral y los resultados rara vez se corresponderán con el esfuerzo invertido.
Recientes investigaciones (como la investigación de Naas) indican que este tipo de personas no eran buenas a la hora de filtrar información, no eran tan rápidas a la hora de cambiar entre una tarea y otra y su memoria no era superior a la media. El mito del superhombre queda, por tanto, en entredicho si atendemos a las investigaciones sobre personas eficientes que pueden con todo.
De hecho, el mismo estudio refleja que la multitarea en los hombres y las mujeres no existe en realidad. Cuando actuamos de esta manera, el cerebro está creando áreas diferenciadas para cada una de las tareas (conocidas por los científicos como spotlights); cuando cambiamos de tarea, el cerebro cambia de una otra de forma frenética, centrándose cada pocas décimas de segundo en cada actividad. Es decir, no atendemos a todas las tareas al mismo tiempo, sino que cuando atendemos a una de ellas dejamos de atender a todas las demás.
En definitiva, la multitarea se ha convertido en el mito del trabajador eficiente. Se trata de un método de trabajo que, en realidad, y al igual que ocurre con la memoria de un ordenador, resta eficiencia a la totalidad de las tareas que se realizan.
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