Recientemente leí un artículo titulado “Dudar para aprender y decidir para hacer” en la que su autor, Fernando Botella, reflexiona sobre las herramientas con las que cuenta un directivo o empresario para gestionar entornos inciertos.
Si algo caracteriza la labor de un empresario o directivo es por tener que desenvolverse en entornos de incertidumbre con el objetivo de crear y construir en ellos.
La clave para poder manejarse con éxito en entornos de incertidumbre es la inquietud por conocer y plantearse respuestas a dos cuestiones fundamentales: ¿qué pasaría si…? y ¿qué puedo hacer?
El ser humano busca la estabilidad y la certeza por eso a medida que crecemos perdemos la inquietud por saber, conocer y cuestionarnos todo lo que nos rodea. Esta actitud, en cierto modo, nos impide renovarnos, tanto en la forma de pensar como en la forma de hacer las cosas.
Hace algún tiempo en una conversación con un investigador español que era profesor en la Universidad de Oxford me insistía que lo que nos diferencia a los españoles de los anglosajones es que en España se pierde mucho tiempo en qué hacer, mientras que los anglosajones lo hacen y si se equivocan, rectifican.
Cuando pasamos mucho tiempo pensando y centrando nuestras energías en lo que no se puede cambiar, perdemos tiempo que nos impide plantearnos lo que sí podemos hacer. Este “sí” parte de la aceptación de la realidad y abre un abanico de posibilidades a nuestro alrededor, imprescindibles para manejarnos en estos entornos cambiantes.
Creo que lo mejor resume como se debe gestionar en entornos de incertidumbre es la siguiente frase:
Hay que vivir y gestionar sin añoranzas del pasado, el pasado no tiene capacidad para resolver el futuro, sin complacencias en el presente. Es necesario viajar siempre con mente de aprendiz y sin miedo al futuro".
Hay que tener muy encuenta que el 90% de los pensamientos que tenemos a lo largo del día nacen de una predicción asociada a una preocupación, de los cuales el 99% nunca llega a suceder.
Imagen | jpcolasso En Pymes y Autónomos | La fortaleza mental del emprendedor