No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, rezaba el famoso refrán español, y qué razón tenía. Y es que la procrastinación es uno de los mayores males que sufren los trabajadores y emprendedores en su día a día. Proveniente del latín procrastinare, se divide entre pro, adelante, y castinare, referente al futuro, se trata de la postergación de tareas o actividades que deben atenderse en un momento determinado y que en algunos casos acaban siendo dejadas por completo.
Y es que, aunque muchas veces tengamos trabajos pendientes, la pereza acaba pudiendo y acabamos retrasando esa obligación. Sin embargo, la procrastinación no es un mal que aqueje solo a los emprendedores y trabajadores; se trata de un mal que afecta de forma negativa en toda la sociedad y que acaba revirtiendo en la productividad de un país.
Normalmente, afecta a tareas que no son agradables, bien sea por aburridas o por complicadas, por estar sometidos a gran presión o incluso por miedo al éxito. Pero donde normalmente se suele extender este hábito tan perjudicial es en aquellas tareas que no tienen una fecha fija de finalización o que esta está todavía muy alejada. De hecho, numerosos estudios han comprobado que esta práctica está más extendida en el caso de que no exista una fecha fijada de entrega.
El ejemplo de Dan Arely y Klaus Wertenbroch
Hace ya más de una década, dos investigadores, Dan Ariely y Klaus Wertenbroch, contrataron a 60 estudiantes para revisar tres pasajes de un libro con el fin de estudiar cómo afectaba la presencia de una fecha de entrega a nuestra forma de trabajar, y les asignaron fechas límites de las siguiente manera:
- A los primeros 20 de los estudiantes se les asignaron tres fechas límite semanales, una para cada pasaje.
- A otros 20 se les asignó una fecha límite final.
- Y los últimos 20 pudieron fijar su propia fecha de entrega.
Por cada error detectado en los textos, los estudiantes recibían 10 céntimos de dólar, mientras que por cada día de retraso, se les penalizaba con un dólar. Los resultados demostraron no sólo que una mayor presencia de fechas límite mejoraba la productividad, sino que además las fechas límite auto impuestas funcionaban peor en comparación con una única fecha de entrega final.
Como se puede ver en el siguiente gráfico, a mayor control del trabajo en forma de fechas de entrega, mayor fue el número de errores detectados y menores los retrasos, lo que lógicamente derivó en mayores ingresos para aquellos con entregas y revisiones semanales.
Este es uno de los muchos estudios que confirman que la procrastinación es un mal endémico que afecta, y de forma negativa, a nuestra productividad y al que las empresas deberían poner solución.
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