En todo momento, la toma de decisiones en la empresa es crucial. Ahora mismo, en el momento económico en el que nos encontramos, se nos pueden plantear muchas situaciones de incertidumbre donde la decisión que tomemos puede ser vital para el futuro de nuestra empresa.
Por eso, y, aunque éste sea un acto eminentemente subjetivo, deberíamos de atender a una serie de criterios a la hora de afrontar ese proceso de toma de decisiones de manera que dejemos muy poco espacio a la improvisación, que puede resultar negativa. No se trata de un esquema que debamos seguir al encontrarnos en esta tesitura ni no, más bien, una serie de factores que debemos tener en cuenta para que esa decisión sea lo más acertada posible.
Es evidente que a la hora de decidir debemos de tener la mayor información posible sobre la situación en la que nos encontramos y las diferentes alternativas que podemos adoptar. Debemos de atender a la información que sea realmente relevante, la que reduce la incertidumbre a la hora de tomar nuestra decisión.
La información que podamos tener para afrontar esa toma de decisiones es una herramienta más, tampoco podemos perdernos en ella y caer en la parálisis por el análisis. La excesiva información es negativa porque, lejos de servir de ayuda, puede aumentar esa incertidumbre.
Debemos de tener claros los objetivos a alcanzar con la decisión que adoptemos, eso significa identificar y definir claramente cuáles son esos objetivos. Para decidir el camino a tomar, debemos de saber a dónde queremos ir, además hay que tener en cuenta todas las alternativas y si no las hay, buscarlas, es importante investigar, ser creativos, innovar, no ceñirnos a las opciones clásicas.
Tenemos que ser consecuentes con las decisiones que tomemos y con su puesta en práctica. Tras el proceso, y una vez que tenemos claro que es lo que debemos hacer, tenemos de asumir los posibles riesgos que nuestra decisión supone y no tener miedo a su aplicación.
No podemos obsesionarnos con la decisión perfecta, esa no existe. Debemos de intentar tomar la más acertada, no la mejor. Por mucho que queramos tener todos los cabos atados, es casi imposible nuestra decisión no tenga algún punto flaco o que su éxito no dependa de algún factor externo imponderable.
Dudas, problemas, oportunidades, incertidumbres, en nuestra actividad empresarial nos encontraremos infinidad de veces ante ellas. No acertaremos siempre, pero debemos de aceptar que, para reducir en la medida de lo posible nuestro porcentaje de error, tenemos de adoptar una forma de actuación a la hora de enfrentarnos a este tipo de situaciones.
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