Para muchos trabajadores, especialmente en las empresas más pequeñas, su trabajo es casi individual. No tienen a alguien que se pueda ocupar en caso de que ellos falten. Por eso en vacaciones muchas veces reciben llamadas, mensajes, etc. de sus propios compañeros para que les ayuden en alguno de estos temas que suelen llevar ellos. Y claro no es lo mismo irse de vacaciones que desconectar.
Irse de vacaciones significa que durante un periodo de tiempo no acudimos a trabajar, independientemente de si cambiamos de lugar de residencia porque hacemos un viaje o nos quedamos en nuestra ciudad. Desconectar significa que dejamos de pensar en el trabajo. Y ambos conceptos no son sinónimos.
En las empresas más pequeñas la falta de un empleado supone que un departamento se puede quedar paralizado. Esto obliga en muchos casos a tener que realizar consultas de forma frecuente, ya sea de forma telefónica, correo o mensajes con él mismo para resolver diferentes cuestiones.
Si además se suma que muchas veces el propio empleado no entiende muy bien la necesidad de realizar dicha desconexión mental, nos hemos ido de vacaciones pero en ningún momento hemos dejado de pensar en el trabajo. Y esto a lo largo del año acaba por pasar factura.
Por eso los periodos más breves de descanso no funcionan del todo. Una semana no es suficiente para desconectar en muchos casos. Tardamos unos cuantos días en olvidarnos de todo, más todavía si mantenemos un pequeño hilo, donde nos llaman por teléfono o envían mensajes para preguntarnos alguna cuestión relativa al trabajo. Lo cierto es que la tecnología no nos ayuda.
Y tampoco funciona igual si nos tenemos que quedar en casa que si podemos salir y cambiar de aires. En el segundo caso es una gran ayuda para empezar a desconectar de forma mucho más rápida ya aprovechar mucho mejor las vacaciones para desconectar.
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