Durante años muchas empresas han tenido limitado el acceso a internet en los puestos de trabajo. Se consideraba que un acceso libre era una fuente de distracción que no permitiría a los empleados centrarse en su labor. Pero ahora estamos en un escenario diferente, porque este acceso lo tiene cada empleado en su teléfono. Y quizás por eso el smartphone se ha convertido en una fuente de conflictos en el trabajo y va a peor.
El principal problema está en que nos hemos convertido en absolutamente dependientes de este dispositivo. Tanto es así que muchos no dudan el volver a casa si por casualidad lo han dejado olvidado. No podemos dejar de prestar atención a este dispositivo, que a la vez nos mantiene comunicados con el mundo y muchas veces aislados de nuestro entorno más cercano.
¿Y qué pasa cuando empezamos la jornada laboral? Pues que en principio el móvil tiene que quedar apartado. Durante al menos ocho horas, o hasta cuando paremos para hacer un descanso, ir a comer o al baño. La realidad es que muchos empleados no pueden dejarlo a un lado, se ha convertido en algo tan adictivo que hay que revisar las notificaciones cada pocos minutos.
El principal problema de esta desconexión mental es la escasa capacidad de concentración en las tareas que tenemos pendientes, una merma considerable que acaba por provocar que hagamos nuestro trabajo más lento, pero también que cometamos un mayor número de errores.
Y va a peor porque hasta ahora gran parte de los trabajadores han vivido sin smartphones la mayor parte de sus vidas, aunque muchos no lo recuerden. Pero las generaciones que se incorporan al mercado laboral son absolutamente dependientes de estos dispositivos, que llevan utilizando desde la preadolescencia y se ha convertido en un problema.
¿Cómo se puede controlar? Muchas organizaciones no tienen una política clara en este sentido. ¿Hay que guardar el móvil en el bolso o en la mochila? ¿Se puede tener encima de la mesa? ¿Hay descansos estipulados en los que poder utilizarlo? ¿O se hace con disimulo cuando vamos a por un café a la máquina o al baño?
La realidad es que es algo que hay que regular sí o sí. No se trata tampoco de bloquear su uso, pero si que todo el mundo sepa cuales son las normas. Hay que hacer una gestión inteligente, flexible pero poniendo límite claros para que todo el mundo sepa como debe comportarse. Y sanciones o amonestaciones en caso de ser necesario.