En el comercio electrónico no hay un problema de falta de clientes, sino de ausencia de oferta de las pequeñas empresas. Las cifras confirman los cambios de hábitos en los consumidores y el incremento importante del volumen de negocio pero, también, la falta de reacción por una parte importante de la pequeña y mediana empresa. Mientras, 11,8 millones de internautas españoles ya utilizan la red para comprar, sólo un tercio de las pymes cuenta con un servicio de venta digital.
Hasta hace unos años, el problema radicaba en la desconfianza de los consumidores ante esta nueva forma de comprar y, por ende, en la escasa ‘tarta’ a repartir entre los distintos actores. Sin embargo, las cifras han cambiado y constatan dos hechos muy relevantes.
Por un lado, los consumidores pierden, cada vez más rápido, el miedo a la compra por internet. Prueba de ello es el resultado que arroja el primer estudio sobre el e-commerce en España, presentado por IAB Spain: 11,8 millones de internautas de entre 16 y 55 años ya compran online. De los que aún no lo hacen, el 42% asegura que lo hará en el próximo año. El precio es, sin lugar a dudas, uno de los factores determinantes, junto a la comodidad, para elegir esta modalidad de consumo.
Esos 11,8 millones de consumidores digitales representan, según el estudio, el 44% de los internautas. De los que no se incluyen en este ya nutrido grupo, casi la mitad confirma que, pese a no haberlo hecho hasta ahora, llevará a cabo compras online en el próximo año.
El otro gran hecho que ha cambiado en el escenario del comercio electrónico es el volumen de negocio. Y en estas líneas lo hemos hablado en numerosas ocasiones, con crecimientos trimestrales muy importantes y con cifras nada desdeñables en un momento en el que el consumo general de las familias sigue estancado por la crisis económica.
Con estos mimbres, las pymes españolas siguen, a la luz de los datos, sin subirse al carro para aprovechar todo el potencial de este escenario. La necesidad de una mayor masa crítica de compradores se ha tornado a una necesidad imperiosa de que llegue una oferta competitiva de la pequeña empresa, pese a la dureza de los rivales y a las dificultades en precio.
Parece que la evangelización sobre el comercio electrónico ya no tiene en los usuarios su principal objetivo, sino más bien en las pymes que siguen reacias a explotarlo.
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