El impulso decidido de la administración electrónica por parte del Estado tiene un sentido estratégico claro. Ahorrar en recursos. Menos personal atendiendo en ventanilla, menos trabajo de pasar formularios entregados a mano al sistema informático. Pero lo malo es que el mal funcionamiento de la administración electrónica lo acaban pagando las empresas.
Porque por mucho que se venda que es una forma de acercar al ciudadano la administración, de hacer que sea mucho más cómoda, lo cierto es que las empresas están obligadas en la mayoría de los casos a hacer uso de la presentación telemática. No tienen opción a presentar de forma presencial y esto supone, en la mayoría de los casos un problema grave cuando existe un mal funcionamiento.
Una e-administración de espaldas a las empresas a las que prestan servicios
Durante este siglo XXI han sido numerosos los servicios y sedes electrónicas que se han puesto en marcha. Pues bien, no conozco ninguno que no se haya colapsado los primeros días de actividad. ¿Es que no se conocen el número de administrados que hay que gestionar para dimensionar correctamente los recursos y servicios que se ponen a su disposición?
Creo que simplemente no les importa, basta con colgarse la medalla, aunque luego el servicio puesto en marcha sea un desastre. El primer año de puesta en marcha todas las empresas que estarán obligadas a utilizarlo prácticamente asumen que van a sumirse en un pozo de horas perdidas en el mismo.
Además la administración sabe perfectamente los ritmos de las empresas en sus presentaciones de los diferente modelos. Lo más habitual es apurar el plazo hasta los últimos días. Ya tienen la experiencia previa de llevar años trabajando con ellas, puesto que estos picos de trabajo antes se producían de forma presencial.
No conozco a casi ninguna empresa o autónomo que no se haya convertido en un experto en el navegador Internet Explorer, Certificados electrónicos, Java y sus applets, etc. Son tantos los problemas que surgen en el día a día, requisitos que nos son unificados entre las distintas sedes electrónicas... requisitos de las sedes autonómicas diferentes, que al final para un trabajador un pequeño problema convierte ese día en un día perdido.
La opción que les queda es delegar todo este papeleo en una asesoría, lo que no hace sino trasladar el problema a otra empresa o también buscarse un buen soporte informático. Eso si, no vale cualquiera, tiene que estar habituado y conocer los entresijos de la administración electrónica y el arte de hacer que funcione la firma electrónica que muchas veces no es tan sencillo.
Muchos de estos problemas se podrían evitar con una mejor dotación presupuestaria de la administración electrónica, pero también con un planteamiento totalmente diferente, que no sólo tenga en cuenta la seguridad, sino también la usabilidad de los sistemas para hacerlos sencillos para los administrados. Tal y como esta ahora planteada se convierte en un laberinto del que muchos no saben salir.
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