En los últimos años, especialmente tras la reforma laboral del ejecutivo de Mariano Rajoy, hemos escuchado que la necesidad que tienen las empresas españolas por incrementar la flexibilidad laboral, demandando que los contratos se ajusten más a los ciclos de producción de estas, e incluso, avalar la necesidad de establecer la figura de contratos con jornadas muy reducidas, más conocidos como 'Minijobs'.
Cuando comenzó el debate al respecto, muchos eran los que se negaban a esta figura, pero poco a poco se está comenzando a aceptar, hasta el punto de el vicepresidente de la CEOE y presidente de la patronal madrileña CEIM, Arturo Fernández, ha asegurado que:
A los sindicatos les van pareciendo cada vez mejor los minijobs.
De tal modo que parece ser que la sociedad española parece estar entiendo la necesidad de ser mucho más flexibles, en pro de dinamizar nuestra economía, y para que nuestras empresas cuenten con una mayor capacidad de adaptación ante un escenario económico incierto.
Por otro lado, admítanme que lleve el debate a otro lado, me planteo por qué no las empresas permiten que un trabajador con el que quiere mantener una relación 'flexible', no ve con buenos ojos que este trabajador pueda prestar sus servicios profesionales en otra empresa. Esta es una práctica que se lleva a cabo en muchas economías, encontrando a sus principales exponentes en México, Canadá y Estados Unidos.
De tal modo que si buscamos el concepto de flexibilidad en sentido amplio, no podemos interpretarlo con la disposición unilateral de los trabajadores a ajustar sus ingresos en función del ciclo, sin darles la oportunidad de complementar sus ingresos con otras actividades, o incluso, tener una mayor facilidad para encontrar proyectos más provechosos.
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