En los últimos años estamos asistiendo ante un deterioro progresivo de la economía de los países europeos, que no tiene visos de cambiar a corto plazo, y que está redundando en un entorno empresarial cada vez más pobre y con menores oportunidades.
Esta situación sumada al atractivo de los denominados BRICS (grupo de países compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que están experimentando tasas de crecimiento económico sostenidas a la par que una demanda creciente de productos y servicios, están provocando que cada vez más negocios se estén planteando trasladar sus operaciones, si no lo han hecho ya.
Por poner un ejemplo, señalar el caso de Brasil que está logrando a muchas multinacionales españolas lograr cotas récord de beneficios, compensando en muchas ocasiones el lastre que suponen los efectos de la crisis sobre los mercados tradicionales. Y no solo eso, sino que la demanda de profesionales cualificados provenientes es cada vez más elevada, como es el caso del último anuncio de su gobierno, mediante el que anunciado que este país sudamericano necesita importar en torno a seis millones de técnicos.
Es cierto que cuando sopesamos trasladar un negocio siempre lo hacemos con una visión de largo plazo, y aunque los más escépticos creen que estos países presentan un 'boom económico' que tiene fecha de caducidad, otros muchos pensamos que este proceso es fruto de que los polos de desarrollo económico están cambiando.
En consecuencia, las empresas de hoy han de mostrar nuevos aditivos, que por necesidades del guión no se pueden desechar, y estos son la capacidad de adaptarse a los cambios en la demanda internacional, la flexibilidad para adaptarnos a distintos mercados, y la diversificación geográfica de las operaciones.
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