Hoy se han hecho públicos los resultados de la última Encuesta de Población Activa (EPA), arrojando un resultado muy triste al reflejar que en España ya hay 6,2 millones de personas desempleadas, y casi 2 millones de hogares con todos sus miembros en esta situación. Con estos datos sobre la mesa, han sido muchos los medios los que se han afanado a señalar las 'bondades' de la economía sumergida para evitar un auténtico caos de la economía española, como si se tratase de algo bueno.
Esta economía sumergida, que se conoce que existe, en vez de ayudarnos lo que nos hace es un flaco favor, ya que esta se alimenta de las pymes, que al no tener que afrontar las obligaciones legales y fiscales de estas, pueden competir con precios por debajo del mercado.
Además de este daño primario que realiza a nuestro tejido empresarial, afecta indirectamente a otras cuestiones, como al déficit público, al tratarse de actividades opacas, y por supuesto al propio paro, ya que si las empresas facturan menos, más pronto que tarde tendrán que despedir a parte de sus plantillas.
Por tanto, tenemos que pensar en el paro como lo que es, la falta de oportunidades, lo que ha de obligar al gobierno a la instrumentalización de incentivos eficaces, evitando redundar en parches, creando ayudas directas y bonificaciones fiscales y en materia de seguros sociales a las empresas para que aumenten su actividad y combatir este problema macroeconómico por la vía directa, a ver si mañana nos encontramos alguna sorpresa con el nuevo anuncio de reformas nacionales.
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