Según un informe publicado por el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), la economía B alcanzó en 2012 los 253.000 millones de euros, casi un 25% del PIB, tras haber crecido en 60.000 millones en los últimos cuatro años. Este aumento está provocado, en gran medida, por cuatro factores relacionados: el efecto arrastre posterior al boom inmobiliario, los continuos aumentos impositivos, la corrupción política y la elevada tasa de desempleo. Es decir, tal y como decía Lucerito en un post anterior, la economía "B" crece con la crisis económica.
Si bien es cierto que estos cuatro factores pueden hacer que muchos ciudadanos justifiquen el comportamiento de un colectivo muy castigo por las instituciones, lo cierto es que la economía sumergida es un fraude que está dificultando la supervivencia de muchas otras pymes y autónomos que sí están cumpliendo con sus obligaciones tributarias y que, al fin y al cabo, están pagando la factura derivada de este elevadísimo nivel de fraude fiscal.
Por un lado, los autónomos que facturan en B suponen una competencia desleal con el resto de pymes y autónomos cumplidores, al no tener que hacer frente a los costes tributarios derivados de sus liquidaciones impositivas y, por tanto, tienen la posibilidad de exigir un precio mucho menor a sus clientes. Las pymes, por su parte, no pueden asumir un precio tan bajo y se ven obligadas a perder mucho negocio.
Por otro lado, la máxima de pagan justos por pecadores alcanza su máxima expresión en esta situación; las pérdidas provenientes de la economía sumergida las pagan los que sí cumplen con sus obligaciones, tanto las empresas como los ciudadanos. Los continuos aumentos de cotizaciones sociales e impuestos así lo demuestran.
Estas dos situaciones hacen que la bola de nieve sea cada vez más grande. Cuanto mayor sea la presión fiscal que tienen que aguantar las pymes, mayor será la economía sumergida y, por tanto, mayor será el agujero fiscal que se genera y la competencia desleal a la que tienen que hacer frente las empresas. Y, en este momento, la bola de nieve se ha hecho demasiado grande. Las instituciones complican cada vez más esta situación y el famosísimo con IVA o sin IVA está cada día más de moda.
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