Desde hace años hemos apreciado un cierto cambio de tendencia en el que gran parte de la ganancia en muchos sectores de actividad reside en las actividades ligadas a la intermediación, es decir, en la poner en contacto a los oferentes y demandantes de un determinado bien y/o servicio.
Esta labor, va mucho más allá de la mera canalización de la demanda en función de la oferta disponible, ya que requiere la identificación de las necesidades, el asesoramiento para la cobertura de estas necesidades, el conocimiento de todos los oferentes del mercado, y también, las redes y canales de distribución.
Como conocen, cada una de las fases por la que atraviesa un producto o servicio, como pueden ser el diseño, la fabricación, la producción, el envasado y la distribución del mismo, incorpora un valor añadido que va sumando en forma de cascada hasta que finalmente llega al consumidor final.
El mayor margen no puede entenderse como un premio al más avispado por lograr vender algo, sino como la contraprestación por la satisfacción de un conjunto de necesidades, que no puede verse como algo banal, sino como la visión de un servicio de alto valor añadido que queda en manos de los profesionales de este campo.
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