Cuando la empresa te da un smartphone parece que te sientes un poco obligado a trabajar con él en cualquier momento del día. En principio nos dan una herramienta para usar en nuestro horario laboral y que nos ayude a trabajar en movilidad, es decir, cuando estamos fuera de nuestro puesto de trabajo. Pero es cierto que muchas veces nos crean, o nos creamos, la obligación de utilizar el smartphone fuera del horario laboral.
De esta forma empezamos el día revisando el correo electrónico antes de llegar a la oficina, o nos vemos contestando un correo de un compañero, un jefe directo o un cliente antes de la hora de la cena. En principio, si no tenemos ningún acuerdo explícito con la empresa, no tenemos por qué atender el smartphone fuera de horas.
Esto puede traer algunos problemas, el principal la falta de desconexión entre el mundo laboral y el personal, que al final nos puede penalizar en la capacidad de concentración que tenemos para realizar nuestras tareas. Si no somos capaces de desconectar al mantenernos conectados con el trabajo con nuestro teléfono, lo cierto es que a medio plaza acabaremos acumulando un estrés que nos merma nuestro rendimiento.
Al final acabamos trabajando un número mayor de horas de lo que hacíamos antes. El smartphone nos permite trabajar en movilidad, pero no tenemos que llegar al extremo de estar todo el día conectados y pensando en el trabajo. Y este mensaje se tiene que interiorizar tanto por parte del trabajador como por parte de la empresa.
Un ejemplo reciente de esta práctica lo llevó a cabo la empresa Volkswagen que prohibió a sus directivos contestar correos electrónicos a partir de una determinada hora. Si no ponemos freno a esta cuestión se genera una espiral de trabajo fuera de horas que es complicado parar una vez que estamos dentro de esta dinámica, sobre todo si tenemos un volumen de tareas muy alto.
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