Empatía empresarial. Cuando el cliente es el protagonista.

Empatía empresarial. Cuando el cliente es el protagonista.
3 comentarios
HOY SE HABLA DE

El otro día un lector de lo más participativo y que hablaba desde la experiencia y sabiduría que otorga el estar detrás de un mostrador dejó una reflexión que me gustó: "Piensa que el cliente que acaba de entrar es "tu mejor cliente". Dale el mismo producto que te llevarías a casa. Trátale como te gustaría que te tratasen..."

Existen infinidad de manuales, estudios, pero con estas palabras se resumía lo que una persona al entrar en un negocio espera: empatía, en este caso empatía empresarial. Que cuando entras por la puerta de un local sepas que además de comprar vas a recibir un trato especial.

La amabilidad, es un arma poderosa

Por esta razón, cuando penetras en un lugar por vez primera. Es decir, jamás has comprado nada allí es de agradecer que te traten como si fueras un cliente de toda la vida, que el vendedor o dueño sea capaz de percibir esa cierta incomodidad o tensión que se produce en una primera experiencia de compra.

La cordialidad, el adelantarse a tus dudas demuestra una sabiduría por parte del responsable del negocio que le va a ayudar en el futuro. Pongamos un ejemplo: una peluquería. Nuestro cabello es un punto delicado cuando no acudimos con frecuencia a que lo arreglen o corten. Tomar la decisión de cambiar de peluquera no es ninguna frivolidad, sobre todo si eres mujer.

La profesionalidad, eso que todo cliente espera

Esperas que te dejen bien, que te sigas reconociendo al mirarte al espejo, y que tu pelo sufra lo menos posible. Todas hemos tenido experiencias cercanas al terror: colores que no se asemejan al que pediste, cortes que han dejado parte de tu melena poblando el suelo del lugar cuando tú sólo querías cortarte "un poco", cabellos blancos porque "no ha matizado el tinte" y cientos de anécdotas que suponen una nefasta experiencia por un servicio, y una consecuencia: no volver jamás.

La profesionalidad unida a un trato amable, donde la otra persona te mire a los ojos, te escuche (porque no todo el mundo tiene ese don) es lo que en definitiva busca el cliente.

No es cuestión de estar con la sonrisa en los labios o que la persona tras el mostrador tenga una excelente conversación, existe el término medio: hacer bien tu trabajo sumando una dosis de cordialidad que en definitiva debiera ser un estilo de vida, tanto en lo laboral como en lo personal.

La meta: volver acompañado

Si cuando salgo por la puerta lo hago contenta, he recibido un trato eficaz, me llevo el producto que buscaba a buen precio y de calidad, o he recibido un servicio óptimo acompañado de un trato exquisito no me lo voy a callar. El que se comparta o no por las redes sociales es relativo. Si hablamos de un pequeño negocio quizás ni esté presente, quizás no se lo haya planteado, pero eso es otro asunto.

Pero a mi círculo de amistades o conocidos sí se lo comentaré. Estas cosas se hacen desde siempre. Pobre el que piense que cuando se cierra la puerta y sale un cliente insatisfecho (con razón, porque siempre no se tiene razón por mucho cliente que seas) insisto, pobre del responsable de un negocio que considere que su problema se va al oír el portazo.

Con tanta competencia, con lo fácil que es adquirir cualquier cosa vía Internet o en una gran superficie, el pequeño negocio tiene ahora más que nunca la oportunidad de demostrar su valor añadido: un trato especial, único y amable, sin descuidar la calidad del producto o servicio..

En Pymes y Autónomos|La atención al cliente en tu negocio,El cliente como fuente de la eterna juventud de la empresa Imagen|Beforget

Temas
Comentarios cerrados
    • interesante

      Te voy a contar un caso de lo que es empatía y lo que no lo es. Hace ya muchos años me casé por primera vez. Por poner en antecedentes diré que tengo la espalda ancha, y encima hacía deporte. Voy a comprarme el traje de novio a unos famosos grandes almacenes que empiezan por Corte y terminan por Inglés. La chaqueta me quedaba fatal, me hacía unas arrugas tremendas en los hombros y me quedaban cortas las mangas. El vendedor, intentando planchar las arrugas a base de golpes con el envés de la mano, me dice, "claro, como tienes este problema..." refiriéndose a mi espalda. ¿Problema?. Problema le tienes tú que eres enano, le dije, quitándome la chaqueta y tirándola con desprecio. Mi madre, la pobre, avergonzada, me recriminaba mi actitud. ¿Empatía del vendedor? CERO.

      Salgo y entro en la primera tienda de ropa de caballero que veo(Rabanal Hombre, en Valladolid). El dependiente, con un sólo vistazo, se va, vuelve con la ropa, acertó con todas las tallas, y una vez puesto, me dice. "Es que con esa percha todo te queda bien". Empatía DIEZ.

      Lo que uno quiere cuando entra en un comercio son soluciones, no problemas.

      Cierto es que no todos los días puede estar uno empático, amable y gracioso, y que por mucho que te esfuerces no le puedes caer bien a todo el mundo. Pero detrás de un mostrador hay que ser profesional. Cosa que me da la impresión, de que últimamente se está desatendiendo bastante. Con la intención de pagar lo mínimo, hay dependientes absolutamente inexpertos, que te hacen colgar el cartel mental de "aquí no vuelvo" una y otra vez.

      PD. Gracias Joana.

    • Cerrar respuestas
    • Avatar de ariasdelhoyo Respondiendo a ariasdelhoyo

      Vaya, lo primero de todo, qué gran anécdota :) así da gusto, con un ejemplo tan claro a quien no le quede ídem que el trato es el cierre o no de una venta,es que no ha comprendido lo importante que es el cliente o debería dedicarse a otra profesión.

      Siento lo que te pasó en el primer lugar (pero me he reído)parece que el ser cortés, educado y escuchar al cliente, al otro..., sea una pérdida de tiempo, como si lo único que importara fuera vender, pero oh si olvidamos que el que tiene el poder es una persona con sentimientos, y con mucho poder, el de decidir si se queda o no llámese Corte e Inglés o Casa Pedro.

      Hay un nuevo tipo de vendedor o dependienta que es el altivo, ese ser que te mira de arriba abajo como si no fueras digno de pisar ese suelo. Y ni tan siquiera hablo de firmas reconocidas, sino tiendas normales con sus franquicias repartidas por todo el país.

      Soy parecida a ti, no me gusta que me traten como si el problema fuera yo, si no hay una prenda en la tienda que se ajuste a mí, yo no tengo la culpa, habrá que buscar una solución.

      Hace unos meses un chico joven me vio en una tienda mirar un abrigo embelesada, no me había comprado uno desde hacía años, uno bueno quiero decir, y antes de probármelo me estuvo hablando de sus problemas para encontrar ropa por su extrema delgadez y su altura, empatizó conmigo al instante. De hecho, hablaba mucho pero a mí me gusta la gente que es tan sincera y dicharachera.

      Por supuesto el abrigo no me estaba, les quedaban dos tallas de modelo estilo tabla de planchar, y yo soy una mujer normal. Les encargué que me avisaran cuando hubiera una talla para una adulta y no una niña, pude haberme ido a otra tienda y no pasar frío :) pero esperé por varias razones:

      -El precio

      -La calidad

      -Y ese chico tan agradable que vio que el abrigo "me estaba" pero que aquello no era para una mujer sino una niña, fue crítico con la prenda no conmigo y me animó a ir a por una talla más.

      Mi "cartel mental" desde ese momento es: en cuanto pueda, volveré ¿a otros lugares? digo como tú "aquí no vuelvo".

      No es cuestión de hacer la pelota al cliente, yo también he trabajado de cara al público y he tenido días pésimos pero ese era mi problema no el de la persona que entraba por la puerta ¿y sabes? al final, si tienes esa disciplina mental de olvidar tus asuntos, incluso los olvidas y ese cliente desconocido te puede alegrar la jornada.

      Las buenas vibraciones y las sonrisas de verdad son contagiosas.

      Pd. Gracias a ti.

    • Cerrar respuestas
    • Avatar de joanasanchez Respondiendo a Joana Sanchez

      Ya que mencionas Casa Pedro, te voy a contar otra anécdota de mi primera boda y de la poca empatía comercial. Voy a contratar la cena de la boda y me ofrecen el mismo menú que en todos los sitios, "cordero asado". Se me ocurre decir que me gustaría que hubiera "cochinillo asado" y el espabilado me dice, "es que aquí no gusta el cochinillo". En ningún momento se le ocurrió plantearse que de los doscientos cincuenta invitados, la mitad venían de tierra donde lo que gusta es el "cochinillo asado".

      Nota mental: aquí no vuelvo.

      Otro día, otra anécdota.

    Inicio
    ×

    Utilizamos cookies de terceros para generar estadísticas de audiencia y mostrar publicidad personalizada analizando tu navegación. Si sigues navegando estarás aceptando su uso. Más información