Vivimos un momento de burbuja alrededor del emprendimiento, la siguiente después de la inmobiliaria me temo, estamos creando una inflación del término y queremos convertirla en la solución a todos los problemas.
Querer convertir a la fuerza a una generación en emprendedores por el simple hecho de que es necesario y que es la corriente de los tiempos, además de peligroso es maniqueo.
Todo sistema económico necesita equilibrio y se necesitan trabajadores por cuenta ajena que balanceen el mercado, fomentar con tanto ahínco el emprendimiento como solución puede generar mucha frustración si no se ven cumplidos los objetivos.
Estoy totalmente a favor de la normalización del emprendimiento como una actitud y sobre todo fomentar el conocimiento necesario para crear un proyecto, o promover la ambición empresarial como vía del desarrollo de una sociedad. Creo que es esencial el tratarse en la universidad con un enfoque más integral y que en las edades más tempranas existan actividades orientadas a dar a conocer en qué consiste, sobre todo para poder tener criterio y discernir, de lo contrario nos veremos abocados a una metamorfosis forzada que generará insatisfacción, porque francamente no es tan bonito el paño como nos lo venden y en especial quien nos lo vende.
La proliferación de clusters, encuentros, dinámicas con el mantra de somos emprendedores y vamos a salvar la situación es banalizar la realidad y cargar de una responsabilidad innecesaria a quien bastantes problemas tiene con preocuparse de definir su modelo de negocio y cómo monetizarlo. Esta fiesta forzada del emprendimiento genera más problemas que soluciones.
Cuando hablo de quien nos lo vende me refiero a políticos, instituciones, administraciones, si tan afable y tan fácil resulta, quizá lo oportuno es que demuestren que han arriesgado su dinero en promover una iniciativa empresarial, que han creado una empresa y que saben lo que es pagar una nómina, asumir compromisos con proveedores, responder con tu patrimonio sobre todo lo que genere tu negocio – o lo que no genere – ya que gestionar recursos ajenos por los que nadie se responsabiliza es más sencillo.
Lo oportuno es que se muestren todas las opciones y que la decisión sea tomada en base a información y no a ilusiones artificiales que auguran mucho fracaso y no carguen las espaldas de quien todavía no tiene experiencia.
Imagen | Enrique Dans