Alejados de los típicos clichés que aseguraban que el emprendimiento era siempre vocacional y que el emprendedor era siempre una rara avis en nuestra sociedad que nacía con esta vocación, la crisis económica puso de manifiesto la necesidad de agarrarse a un clavo ardiendo que asegurase un empleo con el que obtener los ingresos suficientes para vivir de la mejor manera posible.
El pago único de la Seguridad Social facilitaba esta opción, ya que permitía capitalizar el paro para constituir una sociedad mercantil. De este modo, miles de personas montaron sus primeras empresas aprovechándose de esta opción, aunque en la mayoría de los casos más por necesidad que por vocación.
Sin embargo, la salida de la crisis ha revertido esta situación y hay motivos para el optimismo. Al menos, según el último informe Global **Entrepreneurship Monitor, se** puede interpretar una cierta estabilización en la actividad económica que incluso sitúa a nuestro país por encima de la media comunitaria con emprendedores motivados por las oportunidades que brinda el mercado en nuestro país.
No en vano, el peso relativo de la oportunidad ha aumentado entre los emprendedores en fase inicial, pasando del 66,1% en 2014 al 73,5% en 2015. En cambio, el porcentaje de aquellos trabajadores que emprenden por necesidad han disminuido hasta el 24,8%, después de alcanzar cotas de más del 30% en 2013 y 2014.
No obstante, el perfil de empresa que se crea sigue teniendo los mismos problemas que hasta ahora, es decir, una empresa de reducido tamaño, de entre 1 y 3 empleados, que presta servicio a consumidores locales, con escasa o nula capacidad innovadora, y sin inspiraciones de internacionalización a corto plazo.
El informe ahonda, además, en la necesidad de fomentar la educación emprendedora, generando una cultura startup que salve escollos tan enraizados en nuestra sociedad como la aversión al riesgo y la escasa ambición en los proyectos que se ponen en marcha.
En Pymes y Autónomos | ¿Por qué no existe la cultura del emprendimiento en España?
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