En las semanas son cada vez más los que se están convencido de que el punto de inflexión de esta crisis económica ha llegado, al apreciar que muchas de las variables que componen nuestro cuadro macroeconómico están comenzando a tener un buen comportamiento. Como es el caso de la producción industrial, que creció un 11,1% a abril, el equilibrio de nuestras exportaciones, la reducción de la caída del consumo interno hasta el 4,6% interanual al terminar mayo, etcétera.
Por lo que cada vez son más los que están retomando el asunto de que realmente existen 'brotes verdes', mientras otros tantos aún nos mantenemos un tanto escépticos a la hora de afirmar de que el punto de inflexión de esta crisis económica ya se ha rebasado. Aunque es cierto que las 'maldades' han comenzado a suavizarse, las empresas aún compiten en un escenario muy incierto, lo que les lleva en muchos casos a agazaparse a la espera de mejoras claras, e incluso les ahoga el no contar el clima de confianza que tanto necesitan.
Cuando se habla de cuestiones de este tipo, parece ser que la carga social del peso de la crisis y la responsabilidad para salir adelante, recae sobre nuestro tejido productivo, es decir sobre nuestras empresas y nuestros empresarios. A los que no olvidemos que también hay que ayudarles para que cuenten con el clima, los cimientos, y la confianza necesaria para poder extender sus operaciones y cambiar la marcha del negocio.
Tal y como está la situación, es cierto que hemos mejorado en este último año, al menos se huele que algo está empezando a cambiar. Pero en lo que aún no se ha avanzado es en la corrección de las rigideces y los problemas que muchos empresarios señalaban ya en el comienzo de la crisis, como por ejemplo exenciones de impuestos, rebajas de estos, de las cotizaciones sociales, y como no, la aceleración del crédito, que hasta ahora, se ha hecho con cuentagotas.
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