Decir que la temporalidad es un mal endémico de la economía española no es nada nuevo. Esta realidad lastra sobre todo a los perfiles menos cualificados o a los jóvenes. Sin embargo, no siempre la temporalidad tiene connotaciones negativas, este es el caso de los directivos temporales.
En el último año en España se ha comenzado a utilizar por aprte de algunas empresas esta fórmula de contratación de directivos conocida como interim management. No se debe confundir a estos profesionales con consultores estratégicos ni nada parecido ya que tienen unas características particulares que les caracteriza y distingue.
Por regla general son profesionales de una dilatada experiencia profesional, próximos a la jubilación y amantes de los retos. Suelen tener un perfil exigente para poder asumir con sangre fría las decisiones comprometidas que se les exige. Se caracterizan por un corta vinculación temporal a la organización que gestionan, una alta retribución vinculada en gran parte a la obtención de los objetivos establecidos.
Esta fórmula de contratación de directivos se suele utilizar cuando la organización tiene como objetivos el crecimiento del negocio, la conquista de nuevos mercados o eludir una quiebra más o menos inminente. En definitiva, la opción temporal se presenta como la más conveniente para empresas estancadas o en apuros que necesitan urgentemente nuevas ideas en su cúpula directiva.
En España hay dos casos paradigmáticos de este planteamiento de dirección, Fernando Ojeda y Luis Encinas. Ambos asesoran, se integran en una compañía y toman decisiones, pero siempre de manera temporal (por un mínimo de tres meses) y en puestos de alta dirección, como consejeros delegados o directores generales.
Su retribución se compone de un fijo más una comisión por cumplimiento de objetivos, en caso de que su labor contribuya a que aumenten los beneficios. Su especialidad es potenciar el crecimiento de entidades que se han quedado estancadas.
A este colectivo se les conoce como AGE (Activos de Gran Experiencia), profesionales de más de 50 años, veteranos que cobran en torno a los 120.000 euros anuales. En la mayoría de los casos estos profesionales han abandonado sus anteriores empresas, pero tras recibir grandes sumas como indemnización, por lo que cercanos a la jubilación, gozan de una capacidad económica importante y una elevada retribución no es su objetivo prioritario.
En un entorno económico inestable, cambiante, los altos cargos deben habituarse a la fragilidad del futuro al igual que el resto de trabajadores. Muchos serán utilizados para hacer en unos pocos meses lo que nadie se había atrevido a hacer en años. Cuando el clima en la empresa sea insostenible, la teoría dice que se marcharán con un buen bonus en el bolsillo. Y después, la incertidumbre de volver a ponerse en oferta hasta que alguien necesite a un veterano al que conceder mucho poder por muy poco tiempo.
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